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Día de san José













INTERIORIDAD DE SAN JOSÉ 






Nos preguntamos a veces de donde les brota a los santos la fuerza para vivir con tanta autenticidad y coherencia. Sin duda, nace de su encuentro profundo con Jesús. Un encuentro que se prolonga durante el día desde la vivencia de una fuerte interioridad. 



Tal vez la interioridad sea uno de los valores más necesarios en este momento histórico de cambios rápidos, de prisas y ruidos, de pasar de una novedad a otra sin tiempo ni espacio para discernir y asimilar. 



Vivir desde el interior nos posibilita una actitud contemplativa, un mirar y vivir la propia vida desde dentro, sin precipitarnos a actuar de manera inconsciente, sino a detenernos ante los acontecimientos para mirarlos a la luz del Espíritu. 



Lo contrario a la interioridad no es la exterioridad, sino la superficialidad. La superficialidad vive de la cantidad, la interioridad de la calidad; la superficialidad busca la seguridad en el esfuerzo humano, la interioridad se apoya en la confianza; la superficialidad quiere la inmediatez, la interioridad asume los lentos procesos que se van gestando en el corazón humano. 


Este valor de la interioridad está muy acentuado en San José y se manifiesta en su modo de vivir y actuar. 

Aquí y ahora 

Un rasgo de la interioridad es la atención al propio acontecer, al momento presente, sin añorar el pasado ni angustiase por el futuro. Esta presencia a lo que vivimos aquí y ahora nos ayuda no solo a tomar conciencia de lo que nos pasa, sino también a qué hacer con lo que nos pasa y a preguntarnos cómo queremos vivir esa situación. 

José es un hombre que está atento a lo que sucede en cada momento y no se detiene a lamentarse de las adversidades que le van surgiendo. Busca cómo actuar ante ellas desde la perspectiva del querer de Dios, sea en el censo y nacimiento de Jesús en Belén, en la irrelevancia y vida oculta en Nazaret, en la huida a Egipto o en la búsqueda de Jesús en Jerusalén. 

Desde esta atención al presente pudo José, y podemos nosotras, andar en la presencia de Dios en cada instante, descubriendo ahí su paso salvador. 

José supo hacer del trabajo un lugar especial de la presencia del Señor. Siente que en sus manos de carpintero Dios prolonga su acción creadora, haciendo de lo cotidiano y de la vida sencilla de cada día un camino de encuentro con Dios, de comunión y servicio a los demás, de anuncio del Reino. 

El silencio 

Otro rasgo de la interioridad es el silencio. Nos posibilita el contacto en nuestro interior con ese Dios que nos habita y actúa en nosotras y se traduce en la comunión con los deseos de Dios, desde una fe y confianza más allá de lo que vemos y oímos. 

José está revestido de silencio. De él no se conserva ni una sola palabra en el Evangelio. Su silencio es su mejor palabra. Permanece silencioso para poder escuchar lo que dicen los demás y lo que le dice Dios. El silencio de José es un silencio fecundo. Como María, pasa por el corazón todo lo que le sucede, pero sin evadirse, sin protestas ni quejas, sin quedarse al margen de la realidad. 

La actitud silenciosa de José lo identifica como siervo de Yahvé. Actúa lejos de la autosuficiencia o el querer dominar, imponer, sobresalir. Se convierte voluntaria y gozosamente en siervo y servidor de María y de Jesús, ocupando un segundo plano dentro de la familia de Nazaret. Rasgo llamativo, conociendo el papel del esposo y padre de familia entonces en Israel. 

Ser conducido 

El encuentro personal con Dios nos hace entender y experimentar que no somos nosotras los que le buscamos, sino es él quien nos busca; que lo importante no es hacer, sino dejarnos hacer por él; que es inútil que madruguemos o velemos hasta muy tarde, porque él da el pan a sus amigos mientras duermen (Sal 126); que la semilla crece sin saber cómo mientras dormimos (Mc 4, 26-27). 

Dios nos va llevando a la certeza de que es él quien conduce nuestra vida como dice el libro de los Proverbios: “El hombre planea su camino, pero es el Señor quien dirige sus pasos” (Prov. 16,9). 

Este proverbio tan breve no es fácil de asumirlo y vivirlo con alegría y agradecimiento. No somos nosotras quienes hemos de decirle a Dios cómo ha de guiarnos, lo mismo que la arcilla no le pide cuentas al alfarero de cómo ha de ser modelada, ni se queja de la forma recibida, ni le señala el tiempo en que ha de finalizar su tarea. Él es dueño de cambiar la forma de la vasija y hacer otra nueva. 

Cuando vamos creciendo en la certeza que da la fe de que somos conducidas, brota el agradecimiento gozoso a Dios y deseamos que nuestra libertad esté en total armonía con la suya. Es el momento de rezar desde el corazón el “Tomad Señor y recibid… Disponed de ello conforme a vuestra voluntad” de Ignacio de Loyola y el “Vuestra soy para vos nací ¿que mandáis hacer de mí?” de Teresa de Jesús. 

José aparece en el evangelio como un hombre en camino. Peregrino, nómada, pobre, desprotegido, viviendo al descubierto... Vive la sabiduría de la confianza de los pobres de Yahvé, que encuentran solo en Dios su refugio. Es un hombre de éxodo, que no se instala y que está disponible a la acción de Dios: Camina de Nazaret a Belén con María a punto de dar a luz [sin coma] para empadronarse (Lc 2, 1-5). Huye a Egipto (Mt 2, 13-15) y vuelve a Nazaret (Mt 2,19-23). Sube a Jerusalén a la fiesta de la Pascua y regresa a los tres días (Lc 2, 41-42). 

José de Nazaret vive la experiencia de ser conducido por Dios. Le deja que programe su vida. Verá cambiados sus planes y proyectos. Los imprevistos llegarán continuamente a su vida. Pero él ha puesto toda su confianza en el Señor, en el Señor de la vida, de su vida, y se deja conducir por su Espíritu. 

San José es maestro de interioridad, clave para la vivencia de nuestra espiritualidad de Siervas e Hijas de san José. En esto y en todo, “es nuestro especial modelo y protector” (Santa Bonifacia), pues “también nosotras estamos confiadas a su tierna solicitud” (Padre Butiñá). 

Que él nos ayude en este camino hacia nuestro ser profundo, donde Dios nos habita y desea que nos dejemos conducir por su amor. 

Rosario Hernández, ssj



1 comentario:

  1. SAN JOSE EL QUE SUPO LEER EL CORAZON DE DIOS DESDE EL SILENCIO ACTIVO Y LA CONFIANZA PUESTA EN DIOS... GRACIAS Y FELIZ DIA!
    St. Joseph, the man who was able to read the HEART OF GOD, in an active silence and CONFIDENCE in God... THANK YOU AND HAPPY FEAST DAY!
    IVED Y COMUNIDAD-TALLER EL PLAYON

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